Hace un tiempo nos hicieron una entrevista en el programa matutino El Despertador, sobre diversos temas en el ámbito del Derecho y nuestra visión sobre las causas de la delincuencia en Santiago y específicamente en sus barrios.

Tal como expresamos en aquella oportunidad, las causas que generan la máquina de la delincuencia, pueden ser: la desigualdad, esa gran brecha que existe no solo económica, sino de oportunidades que existe entre clases; el desempleo; la desesperanza; la miseria; entre otros.  Mientras no se trabaje en mejorar aquello que le da fuerza a esa máquina, todo lo que se seguirá haciendo, es colocar parches o situaciones temporales para entretener una población haciéndoles creer que todo va mejorando.

Cada quien es dueño de su propia seguridad. Porque hoy día, el Estado no puede garantizarla. Y eso crea impotencia y acrecienta la desconfianza en que algo pueda mejorar.

En el caso de Santiago, treinta años atrás, sus barrios estaban bien organizados y todo se aglutinaba en los clubes barriales, éstos fungían como especie de parachoques y a la vez de intermediarios entre las instituciones del Estado y los comunitarios. Buscaban ser las voces del colectivo y eran escuchadas y tenían grado de autoridad y respeto desde dentro hacia afuera y viceversa. Y quienes las representaban eran dirigentes de respeto por su accionar político; social o comunitario y de servicio.

Los clubes barriales, servían para identificar quienes de sus miembros en los mismos causaban problemas y buscaban resolverlos antes de llegar a las autoridades.

Los clubes organizaban actividades culturales, de artes, deportivos y de todo lo que pudiera contribuir con el avance y la educación como extensión del hogar hacia sus jóvenes.

Los clubes también en el caso de Santiago,  llegaron a crear esos mismos eventos de béisbol y baloncesto y crearon los eventos Inter barriales, amateurs y Superior y servía de contrapeso para que los jóvenes tuvieran una manera de enfrentar el ocio y desarrollar la disciplina.

Los clubes llevaban educación también a través de charlas que brindaban orientación a todos sus comunitarios. Hay que recordar el papel de los mismos para la época de los doce años y cómo enfrentaban sus desmanes y violaciones.

Pero hoy día, no existen como en esos tiempos. No están para fungir como aparatos preventivos de todo aquello que hoy vemos y padecemos.

A todo esto sumemos el auge de las drogas como fue creciendo de forma paulatina desde finales de la década de los 80 e inició de los 90. Cuando comenzamos a escuchar de narcotraficantes que comenzaban a tener poder en zonas, no solo de Santiago sino de San Francisco de Macorís, por igual.

Como fue quedándose la droga en los barrios y nuestro país dejó de ser un puente, para pasar a ser una manera de pagarles a quienes estaban en ese negocio y quienes no podían hacerlo viniendo desde las urbes de la ciudad de New York.  Y es ahí cómo se van convirtiendo con el tiempo por zonas en nuestra ciudad de grandes puntos de drogas y que eran dirigidos desde los principales barrios. Especialmente, en la zona Sur de nuestra ciudad.

Ya con el tiempo, la droga  ha sido una manera de pago para cometer crímenes de todo tipo pero a la vez, es la causa del por qué la delincuencia se ha acrecentado, porque más jóvenes buscan para saciar su vicio, hacer de todo para obtenerla, desde robo de celulares, carteras, asaltan bancas, vecinos, entre otros. Y ese espejo es lo que vemos en muchos barrios también, de Santo Domingo, donde la vida y la seguridad se debaten cada día.

La semana pasada, la antropóloga social y articulista, Tahira Vargas, escribió sobre los barrios y la seguridad, lo siguiente: “En muchas comunidades y barrios existen ejemplos de buenas prácticas en formación de bandas, grupos de danza, coros, grupos de teatro-pintura que deben ser fortalecidos y expandidos a todo el territorio nacional”.

“Convertir cada esquina de cada espacio de las grandes ciudades (Santo Domingo-Santiago) así como de cada provincia y comunidad en espacios de alegría basados en el teatro-danza-música es una medida más eficiente, porque la alegría genera confianza y la ocupación del espacio público genera seguridad”. Un escrito sin desperdicios.

Asimismo, en octubre del año 2022 en un editorial, el periódico Hoy, escribió esto: “La República Dominicana es una de las sociedades con mayores abismos entre los que tienen y los que no tienen nada. El PIB crece y los centros de riqueza aumentan y se solazan y las élites disfrutan sus patrimonios, mientras aumenta la migración de dominicanos, mientras crece la economía informal, mientras la droga se expande como tránsito, como almacén y como mercado de consumo. Los barrios se llenan de pobres en educación y en ingresos. Son perdedores del progreso, son hombres y mujeres, ancianos y adolescentes que se refugian en lo que esté a su alcance”. “Mientras la República Dominicana no rompa con la desigualdad, con la pobreza, con la exclusión económica, hasta que los gobernantes se den cuenta de que en los barrios, habitados por millones de dominicanos, necesitan de todo para vivir con un mínimo de decencia y que el progreso del PIB debe alcanzar para todos, mientras no se den cuenta de eso, repetimos, la violencia y la delincuencia seguirán levantando la cabeza, cada vez con más sadismo”.

Ojalá, visto todo este recuento breve, podemos concluir, que nuestras nuestros gobiernos sigan creando “programas” dizque para combatir delincuencia, cuando en realidad son gastos de recursos sin ser dirigidos a lo que realmente podrá combatir la delincuencia, sus causas y sus efectos. Debemos saber en qué hemos fallado, para saber cómo enfrentar todo lo que estamos viendo.

por redaccion